Never Say Die! El último grito de Black Sabbath con Ozzy Osbourne
El año 1978 fue un momento difícil para Black Sabbath. La banda británica de heavy metal estaba al borde de la disolución, tras una década de éxitos, excesos y conflictos internos. El cantante Ozzy Osbourne había abandonado el grupo en varias ocasiones, y su relación con el guitarrista Tony Iommi era cada vez más tensa. El consumo de drogas y alcohol afectaba el rendimiento y la creatividad de los músicos, que se veían presionados por su discográfica para entregar un nuevo álbum.
En ese contexto, Black Sabbath entró al estudio para grabar Never Say Die!, su octavo trabajo de estudio y el último con Ozzy Osbourne como vocalista hasta su reunión en 2013. El resultado fue un disco heterogéneo, experimental y polémico, que dividió a los fans y a la crítica. Algunos lo consideraron un fracaso, una muestra del declive de la banda; otros lo valoraron como una obra valiente, innovadora y adelantada a su tiempo.
Never Say Die! es un disco que refleja la crisis y la búsqueda de identidad de Black Sabbath en una época de cambios. La banda se aleja del sonido oscuro y pesado que la caracterizó en sus primeros álbumes, e incorpora elementos de otros géneros como el jazz, el blues, el pop y el rock progresivo. El uso de sintetizadores, saxofones, flautas y teclados le da al disco un aire más moderno y sofisticado, pero también más disperso y confuso.
El álbum se abre con la canción que le da título, Never Say Die!, un himno optimista y energético que invita a no rendirse ante las adversidades. Es una de las pocas canciones del disco que mantiene el espíritu clásico de Black Sabbath, con un riff potente y una melodía pegadiza. Le sigue Johnny Blade, una historia de ciencia ficción sobre un héroe urbano que lucha contra el crimen con sus poderes mentales. La canción combina partes acústicas con otras más duras, y destaca el solo de Iommi.
La tercera canción es Junior's Eyes, una balada emotiva dedicada al padre de Osbourne, que falleció poco antes de la grabación del disco. Es una de las mejores interpretaciones vocales de Ozzy en toda su carrera, acompañada por una guitarra melancólica y un órgano sutil. La letra habla del arrepentimiento y la culpa por no haber estado junto a su padre en sus últimos momentos.
La cara A del disco se cierra con A Hard Road, otra canción optimista que anima a seguir adelante pese a las dificultades. Es una pieza pop-rock con influencias de los Beatles, que cuenta con la colaboración del saxofonista Don Airey. La canción tiene un estribillo contagioso y un solo de guitarra inspirado.
La cara B del disco comienza con Shock Wave, una canción más cercana al estilo tradicional de Black Sabbath, con un riff pesado y una atmósfera sombría. La letra habla de una guerra nuclear y sus consecuencias apocalípticas. Le sigue Air Dance, una pieza progresiva con arreglos de viento y piano, que muestra la faceta más experimental de la banda. La canción tiene cambios de ritmo y tonalidad, y una letra surrealista.
La séptima canción es Over To You, un tema rockero con un riff sencillo pero efectivo, que sirve como base para el lucimiento de Iommi y el baterista Bill Ward. La letra habla de la presión que siente la banda por parte de su público y su discográfica. La penúltima canción es Breakout, un instrumental jazz-rock que rompe con todo lo anterior. Es una pieza extraña y arriesgada, que cuenta con la participación del saxofonista Will Malone.
El disco termina con Swinging The Chain, una canción que sorprende por dos motivos: primero, porque no es cantada por Ozzy Osbourne sino por Bill Ward; y segundo, porque es una versión de una canción tradicional irlandesa llamada The Wild Rover. La canción tiene un ritmo frenético y una letra rebelde, que parece anticipar la ruptura definitiva de la banda.
Never Say Die! es un disco que no deja indiferente a nadie. Es el testimonio de una banda en crisis, que intenta reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos, pero que también se resiste a morir. Es un disco que tiene momentos brillantes y otros decepcionantes, pero que en conjunto forma una obra única e irrepetible. Es el último grito de Black Sabbath con Ozzy Osbourne, y también el más original.
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